BUENOS AIRES.- El diario estadounidense The Wall Street Journal se refirió hoy en un artículo a la situación económica de Argentina. "A medida que caen las reservas internacionales de Argentina, una megadevaluación parece inevitable, nuevamente. Algunos países aprenden las lecciones de su historia monetaria, pero Argentina es un caso aparte", consideró la articulista Mary Anastasia O'Grady, quien señaló que el Gobierno ejercita una "ignorancia económica aterradora", informó la agencia DyN.
En inglés, el texto llevó por título "Mi amor, encogí el peso" (Mi amor, I shrunk the peso"), en alusión a la película "Querida, encogí a los niños" (Honey, I shrunk the kids), mientras que en español fue encabezado "Argentina y la vieja costumbre de devaluar". El texto recordó que "a fines de los años '90, en Buenos Aires se hablaba de reemplazar el peso con el dólar estadounidense", y que la Argentina tiene "una historia de 200 años de devaluaciones recurrentes", lo que supone "una condición más seria que una adicción. Es patológico".
"La última devaluación se produjo la semana pasada, cuando Argentina anunció que comprar un dólar del Banco Central costaría $ 8, en lugar de $ 6,9. La relación en 2006 era de $ 3 pesos por dólar. La cotización en el mercado negro es de más de $ 12, lo que sugiere que aún queda un doloroso camino por recorrer", advirtió O'Grady. A modo de ejemplo, señaló que "esta crisis tiene lugar poco más de una década después de la última, que ocurrió poco más de una década después de la anterior. No obstante, socavar el valor del peso no es un fenómeno moderno en Argentina".
Luego de hacer un repaso de las distintas devaluaciones de la moneda nacional sobre la base de un trabajo del economista chileno Sebastián Edwards, el texto hizo hincapié en "que las políticas que ha seguido el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como la expropiación, la anulación de contratos, la fijación de impuestos a las exportaciones y la imposición de topes a las tarifas de servicios públicos han destruido el capital".
"Mientras tanto, el gasto fiscal como porcentaje del Producto Interno Bruto se duplicó en los últimos 10 años", comparó, para luego asegurar que "ni los extranjeros ni los argentinos quieren tener pesos porque el Banco Central erosiona su valor al imprimirlos en exceso. Cuando eso ocurre, casi no hay forma de detener una corrida contra las reservas internacionales del Banco Central, una espiral inflacionaria y el empobrecimiento del país".
Las reservas de Argentina en moneda extranjera "cayeron en US$1.250 millones la semana pasada conforme su Banco Central se empeñaba en defender el peso. Las reservas llegan ahora a apenas US$28.300 millones, frente a un máximo de US$52.600 millones en enero de 2011", agregó.
En ese contexto, planteó que "la agudización de la escasez de divisas extranjeras está destinada a tensionar una economía que depende de materias primas importadas y bienes intermedios en los sectores industrial y agrícola. Los argentinos ya reportan problemas para encontrar medicamentos que provienen de otros países".
"Los controles de precios, que se aplican en forma informal mediante la intimidación, complican aún más la situación. Los importadores pueden comprar dólares en el mercado negro para pagar a sus proveedores extranjeros, pero pierden dinero a menos que puedan ajustar sus precios minoristas", añadió.
El gobierno, "que teme un alza de la inflación, anunció la semana pasada que aumentaría la competencia en los mercados locales al introducir más importaciones si los productores argentinos tratan de subir los precios. Aparentemente, a los genios del Banco Central se les olvidó decirles a los controladores de precios que no tienen los dólares necesarios para traer más importaciones", ironizó.
"Jorge Capitanich, el jefe de Gabinete, dice que los especuladores, en su afán por ganar dinero rápidamente al castigar el valor de los activos para luego comprarlos, son la causa del colapso del peso. Esta clase de ignorancia económica de los gobernantes de una nación de 41 millones de personas es aterradora. Pero en Argentina no es de extrañar", concluyó.